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A mi mejor amiga le pasó

Foto del escritor: Sofía BarreraSofía Barrera

Esta entrada no la escribo como consultora de RRHH, no la escribo para clientes, no la escribo para empresas, la escribo para mi amiga.


¿Alguna vez han sentido pena por enfermarse o por no sentirse bien? ¿Han creído que tener dolor de cabeza es una parte normal de la vida diaria? ¿Se han visto atrapados en la ilusión de que siempre pueden manejarlo todo sin ayuda? Yo creo que todos hemos estado allí, tratando de ocultar nuestra vulnerabilidad y esforzándonos por mantenernos firmes, incluso cuando nuestro cuerpo y mente nos piden a gritos un descanso y cuidado.


Hace unas semanas, una de mis mejores amigas, sufrió un episodio que me hizo enfrentar por primera vez a la idea de perder una amiga. Sentí pavor.


Les voy a contar el chisme completo: Un día normal, viernes 2pm, Maria estaba en la oficina y sintió mareo, empezó a ver lucecitas y obvio pensó que era hambre. Como no hay tiempo para sentirse mal, corrió a almorzar para que se le pasara, pero no se le pasó, se empezó a sentir peor, se dio cuenta que no podía hablar, se le empezaron a olvidar los nombres, le dio un dolor de cabeza muy fuerte y empezó a perder movilidad, todo esto en cuestión de segundos. Pensó que le estaba dando un ACV y tomó un esfero que tenía en su escritorio y se lo lanzó a su asistente, no podía explicar qué pasaba, pero alcanzó a reaccionar, tomó su cartera, salió y así fue como sus compañeros entendieron que debían llevarla a una clínica. No fue un ACV, fue un episodio de estrés. Un episodio de estrés que le hizo olvidar a sus hijos, a tener dificultad para reconocer a su esposo, que la hizo salir de su realidad. Amnesia global transitoria, dice su incapacidad.


Vivimos en una sociedad que nos ha enseñado a no cansarnos, porque se considera un símbolo de debilidad, a no quejarnos para no parecer que queremos todo fácil y a no molestar, porque no debemos ser una carga para los demás. Todos hemos caído en esa trampa de la cultura de auto exigencia, que lo único que nos asegura es un descuido de nosotros mismos. Entendemos el autocuidado como una opción tal vez para los más vulnerables, por eso terminamos ignorando señales que podrían indicar problemas de salud física y mental.


La fatiga persistente, los cambios en el estado de ánimo, los dolores crónicos, los problemas de sueño y los cambios en los hábitos alimenticios son algunos de los síntomas que a menudo relegamos a un segundo plano y pueden ser los más evidentes en etapas tempranas. Creemos erróneamente que ignorar estos signos es una demostración de fortaleza, cuando en realidad es una invitación al agotamiento y a posibles problemas de salud a largo plazo.


Esta mentalidad arraigada de rigor personal puede llevarnos a un ciclo de desgaste que va mucho más allá de la fatiga y el estrés diario.


Esta historia la escribo hoy como un recordatorio para todos nosotros. Los invito a escuchar sus propios cuerpos, a concederse el permiso para descansar y a ponerse en primer lugar. A menudo olvidamos lo importante que es cuidar de nosotros mismos. Permítanse sentir, escucharse y responder a sus necesidades reales. Atendamos nuestros dolores verdaderos, no los que nos imaginamos que tenemos o peor aún, aquellos que pretendemos no tener. Porque al final del día, la salud y el bienestar son la base sobre la que se construye una vida plena y significativa.


Aquí hay algunas acciones concretas que les comparto porque creo que pueden marcar la diferencia:

  1. Dedicar tiempo diario a actividades de autocuidado, incluso si es solo unos minutos al día.

  2. Aprender a establecer límites saludables en todas las áreas de la vida, incluido el trabajo y las relaciones personales.

  3. Practicar la gratitud y el perdón, tanto hacia uno mismo como hacia los demás, para cultivar una mentalidad más positiva.

  4. Buscar apoyo en amigos, familiares o grupos de apoyo cuando sea necesario, sin temor a ser una carga para los demás.

  5. Cultivar hábitos de sueño y alimentación saludables que respalden la salud física y mental.

  6. Practicar técnicas de manejo del estrés, como la meditación, la respiración consciente y la práctica regular de ejercicio físico.

  7. Reconocer la importancia de decir "no" cuando sea necesario y priorizar el propio bienestar sin sentir culpa.

Gracias Maria por quedarte con nosotros, gracias por recordar de nuevo!

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